...
El jarrón estaba roto. Las flores mustias.
Claudia ya no estaba en la casa, se había ido. Para siempre. Se lo habían dicho, ella ya no volvería. Las flores que le había regalado seguían en el jarrón, pero hacía ya demasiado tiempo que nadie las cuidaba. Porque Claudia ya no estaba, y él se había quedado solo. Una casa demasiado grande para una sola persona. Una vida demasiado larga para vivirla solo. Porque Claudia ya no estaba. Había sido rápido y por alguna razón las cosas habían pasado. Claudia se había ido y no lo había llevado con ella. Se había marchado y se lo había llevado todo, todo menos a él. Y es que Claudia ya no estaba. Mirase donde mirase sólo veía a Claudia y eso lo estaba matando. Le mataba verla y no sentirla, le mataba imaginarla lejos. Porque Claudia ya no estaba. Tiró el jarrón al suelo y las flores se resquebrajaron. Lloró en silencio y gritó al cielo. Porque Claudia ya no estaba. Su ropa en el armario, su perfume en el tocador, sus pinturas en el baño, pero Claudia ya no estaba. Deseó que su vida se acortase, que el corazón frenase su carrera, que su último viaje fuese irse con ella. Pero no veía la salida, no estaba allí. Miró de nuevo a su alrededor, pero Claudia ya no estaba. El jarrón roto y las flores en el suelo; el corazón en un puño. La amaba, la quería, la necesitaba… Pero Claudia ya no estaba. Quería huir, correr, salir de allí y estar con ella. Abrió la puerta y cogió el coche, sólo quería estar con ella. Aunque sabía que Claudia ya no estaba. Frenó de golpe ante la verja negra. Atravesó pasillos con olor a flores y tristeza. Buscaba a Claudia, quería verla. Torció en la esquina y la vio. Pero Claudia ya no estaba. Sólo quedaba de ella el nombre y el vacío.
Claudia Martínez García
15 de Julio de 1971 – 25 de Agosto de 2008
Amada esposa.
Porque Claudia ya no estaba.
Claudia ya no estaba en la casa, se había ido. Para siempre. Se lo habían dicho, ella ya no volvería. Las flores que le había regalado seguían en el jarrón, pero hacía ya demasiado tiempo que nadie las cuidaba. Porque Claudia ya no estaba, y él se había quedado solo. Una casa demasiado grande para una sola persona. Una vida demasiado larga para vivirla solo. Porque Claudia ya no estaba. Había sido rápido y por alguna razón las cosas habían pasado. Claudia se había ido y no lo había llevado con ella. Se había marchado y se lo había llevado todo, todo menos a él. Y es que Claudia ya no estaba. Mirase donde mirase sólo veía a Claudia y eso lo estaba matando. Le mataba verla y no sentirla, le mataba imaginarla lejos. Porque Claudia ya no estaba. Tiró el jarrón al suelo y las flores se resquebrajaron. Lloró en silencio y gritó al cielo. Porque Claudia ya no estaba. Su ropa en el armario, su perfume en el tocador, sus pinturas en el baño, pero Claudia ya no estaba. Deseó que su vida se acortase, que el corazón frenase su carrera, que su último viaje fuese irse con ella. Pero no veía la salida, no estaba allí. Miró de nuevo a su alrededor, pero Claudia ya no estaba. El jarrón roto y las flores en el suelo; el corazón en un puño. La amaba, la quería, la necesitaba… Pero Claudia ya no estaba. Quería huir, correr, salir de allí y estar con ella. Abrió la puerta y cogió el coche, sólo quería estar con ella. Aunque sabía que Claudia ya no estaba. Frenó de golpe ante la verja negra. Atravesó pasillos con olor a flores y tristeza. Buscaba a Claudia, quería verla. Torció en la esquina y la vio. Pero Claudia ya no estaba. Sólo quedaba de ella el nombre y el vacío.
Claudia Martínez García
15 de Julio de 1971 – 25 de Agosto de 2008
Amada esposa.
Porque Claudia ya no estaba.
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