domingo, 23 de septiembre de 2007

*Fallo mío*

Ups!! Se me olvidó ponerlo. Bueno, con un poco de retraso:

Continuará...

jueves, 13 de septiembre de 2007

De paseo por la "gran" Lópezville

Estoy gratamente sorprendida conmigo misma. ¡Incluso con clase he conseguido continuar la historia! Espero que alguien la lea... porfa. =(


De repente recuerdo que no me acordé de peinarme antes de salir de casa. Me paso nerviosamente los dedos por el pelo, intentando que quede algo más decente de lo que seguramente está (es decir, bien poco). Es entonces, cuando la abuela me mira como si pensase que me he vuelto loca, y no tengo otro remedio que parar antes de que decida meterme en una camisa de fuerza. Me miro los zapatos, intentando disimular que me estoy poniendo roja por momentos.

-Bueno, Silvia. Te dejo con Julio, que yo tengo muchas cosas que preparar y no puedo estar perdiendo el tiempo.

Un segundo después, la abuela desaparece dejándome sola con el "niño". Un silencio incómodo se propaga a mi alrededor durante unos segundos.

-Entonces... ¿Te apetece ver el pueblo?

-Claro.

Paseamos en silencio durante más de diez minutos, sin embargo, fue en el instante en el que me pareció ver boztezar a la piedras del camino, cuando decidí que era el momento de hablar.

-Así que vas a quedarte un tiempo en la taberna de la abuela.

-Sí, ¿no os había comentado nada Georgina?

¿"Georgina"? A veces olvido que la abuela tiene un nombre. Ella siempre lo ha odiado, así que nadie se atreve a contradecirla, sin embargo dicho por Julio, parece un nombre precioso. Pero según lo que me acaba de decir, la llegada de Julio estaba programada. Típico de la abuela olvidarse de comentármelo, y yo con estos pelos...

-No, no nos había dicho nada, por lo menos que yo sepa-me observa divertido por mi cara ofendida-¿Cuánto tiempo piensas quedarte?-espero que no se halla notado demasiado el interés (desmensurado), en la pregunta.

-No estoy muy seguro, pero por ahora puedo asegurarte que tendrás que soportarme un tiempo-de nuevo sonríe enseñando esos perfectos dientes blanquísimos- Siento que tu abuela te halla obligado a ocuparte de mí.

-No importa, aquí no hay mucho que hacer de todas formas-«En serio, no me importa ni lo más mínimo»

Seguimos andando pasando por casi todo el pueblo, lo cual no es mucho la verdad. Finalmente, el edificio que todo adolescente medio intenta evitar aparece ante nosotros.

-Eso es...-no termina la frase con el rostro contraído en una mueca de dolor.

-Sí, es el colegio.

-Vaya, al parecer es algo de lo que no puedo escapar, ni siquiera aquí-me mira espectante por si me enfado por el comentario sobre Lópezville, sin embargo yo ni me inmuto, seamos realistas, el pueblo es enano y todos lo sabemos.

-Supongo que tendré que matricularme... ¿Hay más personas estudiando aquí aparte de ti?

Éste sería un buen momento para decir algo así como "pues sí, qué te cres" o un simple "por supuesto" cortante, sin embargo debo admitir que doce chicos en total en todo el colegio no es algo de lo que se pueda presumir.

-En nuestro curso hay tres más.

Hace un gesto extraño con la cara, como si intentase parecer serio a la vez que aguantarse la risa.Cuando consigue controlarse, sonríe con picardía mirando el colegio.

-Supongo que me será un poco difícil faltar a clase sin que se den cuenta.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Responsabilidades

Bueno aquí os dejo la continuación, espero que la leáis despacio, porque la inspiración se me ha agotado por un tiempo, así que Sandra... ¡No me estreses! :P




Me despierto con el sonido de alguien tocando a la puerta, oigo los pasos de mi padre corriendo hacia la entrada y la voz de alguien que no consigo identificar, aún estoy medio dormida, y mis sentidos están un poco torpes todavía. Me levanto lentamente, despidiéndome sin ganas del calorcito que desprende mi cama y saludando al frío que parece haberse instalado en el pueblo. Me doy una ducha rápida que no termina de despertarme, y voy a la cocina suplicando por un buen desayuno. Papá ya está allí preparándome la sorpresa. En cuanto entro por la puerta me estruja entre sus brazos hasta dejarme sin respiración, todos los años hace lo mismo, y sin embargo nunca soy capaz de evitarlo.
-Feliz cumpleaños cariño, es increíble que ya tengas cartorce años.

En realidad cumplo quince, pero no hay por qué amargarle el momento.

-No es gran cosa, pero espero que te guste- a puesto la tarta en la mesa y me mira esperando a que reaccione- Es de chocolate, como a ti te gusta.

Finjo abrir los ojos sorprendida y abrazo corriendo a mi padre, vale la pena actuar un poco por ver su cara de alegría.
-Vaya Papá debe de haberte costado un montón hacerla, muchas gracias.
-No ha sido nada, te lo mereces.
Desayunamos tarta de chocolate y charlamos de cualquier tontería, como de lo marrones que se están poniendo las hojas de los árboles o de lo poco que falta para que comience de nuevo el colegio. Finalmente ambos acabamos llenos, así que lavamos los platos y guardo los restos de la tarta, que seguramente atacaré esta noche.

-Por cierto Silvia, la abuela se pasó antes por aquí, cuando estabas dormida- "la abuela" en realidad no es mi abuela, si no la de mi padre, pero como todo el mundo la llama así, mi abuela a tenido que conformarse con que la llame Inés- Ya sabes que le hemos estado aconsejando que se tome unas vacaciones, Dios sabe que ella ya no está para estos trotes, así que me ha pedido que te pregunte si puedes ocuparte tú de la taberna.

Sé perfectamente que la petición es mera formalidad, y que no me queda otra opción que aceptar. Me gusta estar en la taberna, y en realidad llevo todo el verano trabajando allí, pero la idea de quedarme yo como responsable de todo me asusta.

-Mateo te ayudará, en realidad no tendrás que hacer mucho más de lo que ya haces, simplemente, pasarte por allí de vez en cuando para ver como marcha todo. Sabes que lo haría yo, pero por alguna razón la abuela se fía más de ti.

Yo sí sé por qué, Papá suele olvidarse de las cosas y es muy poco cuidadoso. No creo que se le diese muy bien trabajar en la taberna, y además, la abuela no se lo permitiría, aún no lo ha perdonado por haber construido un bar a sabiendas de que eso lo convertiría en la competencia. Papá es cocinero, y bastante bueno, todo sea dicho de paso (aunque las tartas no son su especialidad, precisamente) pero cuando la abuela le propuso que trabajase en la taberna dejó muy claro que sería ella la que mandase,así que Papá se largó, y montó su propio negocio. Al principio el hecho de que yo quisiese trabajar creó un poco de tensión, todo el mundo parecía estar pendiente de mi decisión, yo misma acabé agobiada por el hecho de que quizás si trabajaba con Papá la abuela se enfadase también conmigo, sin embargo mi padre me dijo que lo mejor sería que fuese a la taberna, que él ya sabía que yo lo quería, pero que su abuela era algo más subceptible. Así que ahora soy la niña de la abuela, y lo peor que te puede pasar es que la abuela se preocupe por ti, está convencida de que las chicas de ahora son muy poco trabajadoras, así que me ha tenido todo el verano corriendo de un lado y haciéndome trabajar como una mula, para como dice ella "dar ejemplo".

-Claro, me ocuparé un tiempo de la taberna, pero cuando empiece el colegio no podré seguir trabajando, y sólo podré pasarme un rato por allí.

-Claro que sí, nadie te pide más- ya verás como la abuela sí lo hace- Ahora corre le dije que irías a la taberna a contestarle.

Salgo de casa bien abrigada, el tiempo no parece tener intención de cambiar, así que me veo obligada a ser yo quien cambie. Me impongo un chaquetón y voy directa a la taberna. Por la mañana está bastante vacía, y no me cuesta ver a la abuela tras la barra sacándole brillo a un vaso ya reluciente. Se gira hacia mi en cuanto me ve entrar, parece estar esperando la respuesta desde hace rato, desde luego no me sorprende, es la persona con menos paciencia que conozco.

-Hola abuela, Papá me dijo que habías pasado por casa. Ya me lo ha contado todo , y me ha mandado a decirte que por supuesto que cuidaré de la taberna.

-¿Te ha mandado a decírmelo o lo has decidido tú?- frunce el ceño con suspicacia, parece sospechar de que mi padre me ha obligado a ocuparme de la taberna, (en su mente) por alguna mala razón.

-Lo he decidido yo, abuela, me encanta trabajar aquí- aunque sea perjudicial para la salud.

-Bien, en ese caso me voy más tranquila- sonríe complacida, le he dicho lo que ella quería oír- Por cierto deberías conocer a alguien, acaba de llegar al pueblo, y en teoría yo tendría que ser la que se ocupase de él, pero como al parecer todo el mundo se ha empeñado en que me tome unas vacaciones, tendrás que cuidarlo tú.

«Genial, encima de explotarme en la taberna, voy a tener que hacer de niñera»

La abuela se acerca a las escaleras que llevan al segundo piso donde está su casa, y asomándose hacia arriba llama al que al parecer va a ser mi responsabilidad por un tiempo.

-¡Julio, baja. Tienes que conocer a alguien!

Bajo la mirada hacia el suelo abatida, puedo imaginarme perfectamente como van a ser las próxima semanas: agotadoras, agobiantes y muy, muy aburridas. Oigo unos pasos bajar por la escalera, el fin de la poca tranquilidad que tengo se está acercando.

-Mira Silvia, este es Julio, tendrás que cuidar de él mientras yo no esté.

Levanto la mirada del suelo esperando ver al niño que tengo que cuidar (y que con la suerte que tengo seguramente será un malcriado), sin embargo el chico que tengo delante, no es precisamente un niño. Debe de tener más o menos mi edad, debe de medir un metro ochenta, lo cual a mi lado lo hace parecer un gigante, está muy moreno y unos grandes ojos negros iluminan su cara dándole un toque travieso.
-Hola Silvia, me alegro de conocerte, tu abuela me ha hablado mucho de ti, pero supongo que ya nos iremos conociendo, tengo entendido que estoy a tu cargo- me sonríe y yo no puedo hacer otra cosa que seguir mirándolo como una tonta.

Continuará...

jueves, 6 de septiembre de 2007

Cambios

Hola!! Bueno esto es lo primero que publico en el blog, así que si no os gusta no seáis muy duros conmigo. Ana, Sandra y compañía espero que leáis esto, ya que si estoy aquí es por vosotras, (liantes, que sois unas liantes)



Es tarde, y aunque el día ha transcurrido bastante cálido, la noche se precipita sobre el pueblo amenazando con tormenta. El viento ya azota a los pocos transeúntes que aún pasean por las calles de Lópezville, los cuales corren a refugiarse donde pueden. Salgo a toda prisa de la pequeña (y única) taberna del pueblo, agarrándome como puedo a la delgada rebeca que llevo como abrigo. Mi casa, por suerte no está demasiado lejos, y antes de estar completamente congelada consigo entrar en la pequeña y acogedora casita que comparto con mi padre. Jamás he visto a mi madre, Papá nunca habla de ella y hace tiempo que decidí que no me importaba no saber que había sido de ella, por lo menos por ahora.
Entro en silencio por la puerta intentando hacer el menor ruido posible, seguramente Papá esté durmiendo en el salón como todas las noches, y hoy estoy demasiado cansada como para intentar convencerle de que debe irse a la cama. Voy directa a mi cuarto sin parar siquiera un segundo en la cocina, se que luego me arrepentiré de no haber cogido nada, pero me temo que si me detengo un sólo momento caeré desplomada en el suelo de agotamiento. Al llegar a mi habitación me tiro sobre la cama sin siquiera quitarme la ropa y me acurruco sobre la colcha intentando taparme con una manta sin tener que moverme demasiado. En cuanto empiezo a entrar en calor, me doy cuenta de que no estoy tan cansada como me parecía, así que decido que una pequeña visita a la despensa tampoco hace daño a nadie. No encuentro nada que me apetezca en especial, así que ataco a la nevera. En la estantería más alta, (esa en la que mi padre esconde todo lo que no quiere que yo me coma pensando que sigo teniendo cinco años y soy incapaz de alcanzar) puedo ver claramente una pequeña tarta de cumpleaños en la cual hay escrita con la pobre caligrafía que ha podido conseguir hacer mi padre con caramelo, lo que debe significar "Feliz cumpleaños, Silvia".


<<Desde luego lo del factor sorpresa no es lo tuyo Papá>>


Sonrío a mi pesar imaginándome a mi padre haciendo una tarta. Finalmente cojo unas galletas de la despensa y corro hacia mi habitación por si mi padre se despierta, no quiero arrebatarle el placer de pensar que me va a sorprender con una tarta, mañana tendré que fingir que no me lo esperaba, tal y como hago todos los años. Me acuesto de nuevo en la cama tras haber engullido las galletas e intento dormirme. Sin embargo cuando tengo los ojos casi cerrados, veo una sombra cruzar a toda velocidad mi ventana, en lo primero que pienso es otro gato vagabundo que ha decidido emplear su tiempo en incordiarme, pero poco después oigo un ruido sordo, como si alguien se hubiese tropezado bajo mi ventana, al momento lo sigue un pequeño grito ahogado procedente seguramente del que se ha caído, el cual decididamente no es un gato. Me levanto de la cama refunfuñando, y maldiciendo por lo bajo al que está al otro lado de la ventana. La abro completamente sin acordarme del mal tiempo que hace fuera, y una gran ráfaga de viento me golpea en la cara, por unos segundos soy incapaz de mantener el equilibrio y estoy a punto de caerme al suelo, en el último momento me agarro a la ventana y utilizando más fuerza incluso de la que tengo, consigo cerrarla. Aún siento un hormigueo en la cara a causa del viento, y me cuesta abrir los ojos. El problema es que quien quiera que estuviese debajo de la ventana ya se ha ido y no he conseguido verlo. Vuelvo a la cama de mal humor y me duermo confusa, siento en mi interior que las cosas van a cambiar, y me asusta pensar que quizás no sea para bien.


Continuará...