sábado, 29 de diciembre de 2007

El bosque

¡¡Bien!! Esto demuestra que en realidad no tardo tanto en colgar nuevos relatos (en mi caso continuaciones del mismo). Leédlo y ya me contaréis que os parece :) Espero que os guste.



En contra de lo que me esperaba las semanas se pasan volando y aunque el mal tiempo no cambia, consigo sobrellevar el colegio. Alicia sigue saludando y ofreciéndole un sitio a su lado a Julio, él sigue contestando lo mismo, por supuesto de una manera cordial, sin que casi se note la picardía que usa en cada comentario.
Como estoy al día con los deberes este fin de semana por fin podré descansar, me pasaré por la taberna a vigilar y luego…paz y tranquilidad. Hoy llueve un poco, así que cojo el chubasquero y salgo a la calle bajo varias capas de ropa. El frío me golpea la cara y noto como empiezan a arderme los labios a la vez que cierro los ojos sorprendida por la fuerza del viento. El camino no es de lo mejor para la paz y tranquilidad que busco, pero podría ser peor. El fuego está encendido y un par de personas se acurrucan en sus sillas cuando abro la puerta. Mateo me saluda desde la barra y me hace un gesto haciéndome entender que todo está controlado y que puedo estar tranquila. Miro las escaleras que llevan hasta la casa de la abuela en la segunda planta, durante un segundo me planteo subir a buscar a Julio, pero, y aunque ya no estoy enfadada con él, hoy quiero estar sola, me apetece descansar del mundo.
No tengo muy claro hacia donde quiero ir, pero el viento parece elegir por mí, una ráfaga me azota, prácticamente empujándome, y me deja cara a cara con el bosque, esa gran espesura que por la noche se me antoja mágica, y que durante el día parece no existir. Ahora que lo pienso el bosque es como la luna, que te hechiza con su brillo, pero que desaparece al amanecer. Mi abuela Inés me contaba historias sobre el bosque que parecían sacadas de una novela de ciencia-ficción, suele decir que allí hay algo mágico, algo que nadie ha llegado a comprender muy bien. Llevada por la curiosidad avanzo hacia el linde algo dudosa, sin embargo, en cuanto me acerco lo suficiente, el olor a lluvia, a hierva, a…vida, me invade y casi se podría decir que en ese momento ya no tengo elección, el bosque me atrapa y seduce, obligándome a entrar en él.
Camino sin rumbo durante muchísimo tiempo, o al menos a mi me parece que el tiempo pasa. Jamás habría pensado que el bosque fuese así, en cualquier dirección que mire los árboles parecen no acabarse, todo es verde, y puesto que sigue lloviendo me siento como si estuviese dentro de un cuadro precioso sobre el cual han derramado un vaso de agua, todos los colores se difuminan, y hasta yo parezco parte del paisaje. Por primera vez en mucho tiempo me siento… libre.
Justo entonces oigo como cruje una rama a mi espalda, me giro al instante, pero debido a la lluvia y a que ya está atardeciendo no puedo distinguir bien de qué se trata, pero sin embargo… me resulta familiar. La figura emite un gruñido y avanza hacia mí, el miedo me invade y no puedo evitar salir corriendo. Él o ella, o lo que sea que es, me persigue y cada vez lo noto más cerca, corro todo lo que puedo sorteando arbustos, troncos caídos y malezas, además, y para mi desgracia, a causa de la lluvia la tierra está completamente embarrada y resbalo continuamente haciéndome daño en las rodillas y en las palmas de las manos. La inmensidad del bosque que antes me parecía maravillosa ahora se ha convertido en una trampa horrible, que me impide llegar al pueblo. Mi perseguidor se acerca cada vez más hasta que casi puedo oír su respiración agitada tras de mí, apenas retengo las lágrimas de miedo que acuden a mis ojos, las lágrimas me enturbian la vista y tropiezo con una roca, al caer ruedo en bajada golpeándome en la cara y en el cuerpo. Cuando consigo parar noto una sombra sobre mí, me ha atrapado, aquí tumbada y dolorida no tengo escapatoria, levanto la vista casi resignada y veo… nada. No hay absolutamente nada, estoy completamente sola. Me abrazo las rodillas y lloro. Me desahogo y cuando termino me levanto.
Acabo encontrando el pueblo, lo primero que vislumbro a través de las ramas, al igual que lo último que recordaba haber visto, es la taberna, tranquila y en perfecto estado, completamente ajena a mi miedo. Sé que no puedo ir así a casa, si papá me ve, por muy despistado que sea, se dará cuenta de los arañazos, preguntará y se pondrá nervioso, saldrá al bosque a buscar a lo que sea que me persiguiese y si lo encuentra… no puedo ir a casa. Entro en la taberna lo más recta y caminando con toda la normalidad que puedo, saludo a Mateo de refilón sin que él me vea la cara y subo a casa de la abuela, deseando que Julio no esté. Por una vez mis deseos se cumplen y la casa está vacía, voy hacia el baño y allí, ayudándome del botiquín de emergencias de la abuela-que va desde una tirita hasta collarines, muletas y algo que hasta se me antoja parecido a material quirúrgico-voy limpiándome y tapándome las heridas. Una vez he quitado la sangre y las manchas de tierra mis heridas se quedan en arañazos y un par de moratones. Justo cuando estoy terminando de ventarme las heridas de las rodillas oigo el ruido de la puerta y ha alguien acercarse, a los pocos segundos Julio se asoma por la puerta.
Me mira confundido y preocupado, sus ojos recorren mis heridas y se clavan en mis ojos buscando una explicación.

-Me…me he caído- digo adelantándome a su pregunta.

-A menos que te hayas caído delante de un coche no me parece una excusa muy creíble. ¿Qué es lo que te ha pasado, Silvia?

-Yo… yo…- las imágenes acuden a mi mente asustándome y haciéndome recordar el miedo que sentí al creerme al borde de la muerte. No puedo evitarlo y empiezo a llorar. Me deslizo por la pared y me siento en el suelo completamente deshecha en sollozos.

Julio ahora parece más preocupado aún que antes y se acerca a mí.

-Silvia, tranquila… Todo está bien, yo estoy aquí, no voy a dejar que te pase nada malo- se agacha y me rodea con sus brazos, me acuna contra él susurrándome palabras tranquilizadoras a la vez que yo poco a poco me voy recuperándome. Permanecemos así un buen rato, hasta que finalmente ya no me quedan más lágrimas.

Julio me acompaña hasta casa sin estar del todo seguro de que pueda sostenerme en pie, no hace preguntas, y una vez que entro en casa veo como se aleja lentamente de nuevo hacia la taberna.
Cuando estoy sola en mi cuarto, tras haber saludado a mi padre intentando que sólo me viese el lado bueno de la cara, medito con más tranquilidad lo ocurrido, llego a la conclusión de que debe de tratarse de algún animal salvaje. Sin embargo… ¿Por qué me resulta familiar? Mis ojos se dirijen solos hacia la ventana, y entonces es como si una luz se encendiese de pronto en mi cabeza, se trata de la misma somra que merodeaba por mi cuarto la noche antes de mi cumpleaños… se trata de la misma sensación, el mismo temor, los mismos escalofríos…
Pero… ¿qué es?

Continuará...

domingo, 25 de noviembre de 2007

Un buen día

Bueno... he tardado pero lo he conseguido, ¡y antes de navidad que ya es mucho decir para mí! Espero que os guste y que haya valido la pena la espera :)


Hoy decididamente va a ser un mal día. Es imposible que ocurra nada bueno cuando hasta el clima parece haberse puesto de acuerdo para arruinarlo. Hace tanto frío que cualquiera pensaría que estamos en invierno en vez de acabando el verano. Por la ventana veo caer la lluvia, la cual en cualquier otra circunstancia me gustaría, pero que en este momento tan sólo me deprime recordándome que en cuanto termine de desayunar tendré que salir a la calle y morir congelada. Papá ya se ha ido a trabajar así que me he quedado sola, y aunque la perspectiva de empezar el curso no es que me atraiga demasiado, me temo que ya no lo puedo retrasar más.
Cojo la mochila (en mi opinión demasiado llena) y salgo a lo que parece ser el fin del mundo. No veo a mucha gente en la calle, así que supongo que habrán sido más inteligentes que yo y habrán decidido quedarse en casa, calentitos, con una manta, durmiendo… ¡Odio el día de hoy!
Para bien o para mal el colegio está bastante cerca y tardo muy poco en llegar hasta la verja que custodia mi templo particular al aburrimiento. A estas alturas ya estoy empapada-llevando paraguas con el viento que hace sólo conseguiría salir volando- así que en cuanto entro en el edificio me sacudo intentando deshacerme de las molestas gotas de agua congelada que parecen haberse acomodado en mi ropa, cosa que no consigo. Tal y como le dije a Julio somos muy pocos en pueblo, y por tanto no es necesario que haya demasiadas clases, yo por ejemplo llevo en la misma desde que entré al colegio. Con el tiempo he acabado por cogerle cariño, desde luego parece ser lo único que cambia en el pueblo, cada curso la adornamos de una manera distinta, y colocamos los pupitres de distintas maneras, el curso pasado estábamos formando un semicírculo alrededor del profesor (no éramos suficientes como para formar un círculo entero).
Aún no ha llegado nadie, así que dejo las cosas junto a mi pupitre (el cual tiene mi nombre escrito en él, literalmente hablando) y salgo de la clase a explorar el terreno. Apenas me encuentro con un par de personas por los pasillos, el Señor García y su esposa Carmen, que se ocupan del colegio y se reparten las clases entre ellos; el conserje, Andrés-poeta en sus ratos libres; y Julio, que acaba de entrar por la puerta. Sigo molesta con él, no me gusta que me juzguen, y menos alguien que apenas me conoce, no tengo ganas de aguantar a alguien que se las da de listo y va por ahí como si lo supiese todo. Hago como si no lo viese y regreso derechita hacia mi clase, ojalá haya llegado alguien. Mis expectativas se ven cumplidas, más o menos, sentado encima de su pupitre está Alex, al cual se le podría clasificar como el “guay” de la clase. Por supuesto y dado que él es “guay” no me saluda, ni hace el menor gesto de verme, apenas un leve gesto con la cabeza. Julio entra poco después en la clase, seguido muy de cerca por Alicia, la otra “guay” y mi antigua compañera de juegos (poco después de que nos saliesen los dientes me cambió por una Barbie) ella se sienta al lado de Alex tal y como era de esperar, y Julio, tras lanzarme una sonrisa burlona, se sienta en el pupitre vacío que hay detrás de mí. Casi al mismo tiempo entra el Señor García.


-Bien chicos… ¡Bienvenidos de nuevo al colegio! Y un nuevo saludo para Julio que se une hoy a nuestras pequeñas filas. Espero que no os hayáis olvidado de escribir ni de sumar en verano porque nos espera un curso movidito-nos sonríe esperando… supongo que unos gritos de alegría que nunca llegaron- En fin, ahora se supone que tendríais clase de matemática-«Yupi…»-pero como es el primer día tenéis la hora libre-ahora sí que hay gritos de alegría-Bueno… Voy a arreglar unos asuntos y ahora vuelvo, no arméis mucho jaleo- cómo si cuatro personas fuesen suficientes como para armar mucho jaleo…

En cuanto sale por la puerta Alicia y Alex se suben a sus pupitres y comienzan a contarse lo súper bien que se lo han pasado cada uno en vacaciones, lo ultra-mega divertidos que fueron sus paseos en yate, y cosas por el estilo.
Siento como se mueve Julio en el asiento de detrás, debe de haber sacado algo de su mochila, seguramente esté escuchando sus estúpidas canciones, puedo notar su mirada en mi nuca. Intento distraerme haciendo algo pero no tardo en darme cuenta de que no hay nada que hacer. El silencio se prolonga un poco más hasta que movida por la curiosidad y el aburrimiento intento girarme un poco, sólo lo suficiente para ver qué está haciendo sin que él se de cuenta. Lo miro de reojo lo más disimuladamente posible, el cuanto mis ojos llegan a su cara se encuentran con sus ojos negros que están fijos en mí. Me giro de inmediato, pero me da tiempo a ver como se le extiende una sonrisa divertida por la cara. Me siento estúpida, noto como me pongo roja y me golpeo la frente haciendo más ruido del que esperaba.. Al subir la cabeza veo a Alicia mirándome de una manera extraña, no, espera… No me está mirando a mí, está mirando a Julio, ¿y qué es eso que parece haber en sus ojos…? ¿Interés? Se levanta dejando a Alex sentado y algo confundido por el hecho de haberse quedado sin público. Alicia avanza hasta en asiento de detrás de mí de forma que puedo oír perfectamente sus palabras:

-Hola creo que no nos han presentado, soy Alicia- puedo percibir como le planta un beso en cada mejilla sin cortarse un pelo, al momento sigue hablando sin notar siquiera las malas vibraciones que le estoy mandando- Sé lo que es ser el nuevo- «¿Tú? ¿Desde cuándo?»-Así que si quieres puedes sentarte con nosotros, aquí apartado estás muy solo- «Hola, ¿qué tal? ¡Yo también estoy aquí sabandija!»- ¿Quieres?

Espero impaciente la respuesta afirmativa de Julio, preparada para enviarlo directamente al agujero negro de mis recuerdos, sin embargo ésta nunca llega.

-Aquí estoy bien gracias- lo dice de manera cordial, pero aún así puedo notar como disfruta al negarse- Por cierto creo que tu amigo te está llamando.

¡Vaya! Creo que eso no nos lo esperábamos ninguno, la ultima vez que alguien rechazó a Alicia fue… creo que nunca habían rechazado a Alicia. Tan rápido como había llegado se fue volviendo a sentarse al lado de Alex que ahora la miraba molesto. Acto seguido vuelve el Señor García y empieza a explicarnos las nuevas normas (que no son pocas) y a recordarnos las de siempre con una voz quizás algo más dura al mirar a Alex.
Con cuidado, intentando que nadie se de cuenta cojo un trocito de papel en el que apenas escribo una línea y se lo paso a Julio:

"¿Amigos?"

Al momento me lo devuelve con una frase casi igual de corta escrita al lado de la mía:

"Estaba esperando a que me lo pidieses"

Sonrío satisfecha ante la respuesta. Puede que después de todo no vaya a ser un día tan horrible.

Continuará...

(Una pregunta: ¿Esto lo está leyendo alguien aparte de Sandra, Ana y Silvia? Se ruega contestación. :P) Besos y hasta dentro de... un tiempillo.

domingo, 21 de octubre de 2007

Una canción como tú

Bueno, por fín, después de... mucho tiempo he conseguido continuar la historia de mi querida Lópezville. Disfrutadlo, porque a este paso el próximo puede que sea después de Navidades. Besos :)



El verano se acaba, y tal y como era de esperar los días se me pasan cada vez más deprisa, parece ser que la cuenta atrás ha empezado y esa pequeña cárcel con libros de texto y profesores se abalanza sobre mí a una velocidad vertiginosa. A principios de semana tuve que ir a la librería del pueblo, la cual pertenece al Señor Pérez-un anciano sin familia que se dedica a coquetear con la abuela desde que eran adolescentes, jamás ha sido correspondido-Estuve cerca de una hora esperando a que consiguiese encontrar todos los libros de mi curso, sin embargo, habría preferido esperar todo el día antes que ver la tonelada de libros que se amontonaban sobre el mostrador. Aunque apenas lo he visto, Julio también parece estar preparándose para el principio de curso, según me dijo mi padre ya está matriculado, y seguramente él también esté pasando por el mal trago de comprar los libros.

Apenas hace una semana que la abuela se ha marchado y ya se nota su ausencia. No me había dado cuenta de lo complicado que es hacerse cargo de la taberna, incluso con la ayuda de Mateo el trabajo se me hace eterno, todos los habitantes del pueblo parecen estar intentando alargar el verano celebrando algo cada día, ya sea que al vecino se le ha caído un diente o simplemente que al primo del primo de un amigo no le van a suspender el curso anterior. Desde luego no les culpo por intentar divertirse, pero en ocasiones desearía que lo hiciesen en sus casas.

El tiempo no mejora, la humedad cada vez es peor y todos los días llueve. He renunciado a intentar contener a mi pelo, el cual, en cuanto es tocado por el aire, se eriza y retuerce formando una bola alrededor de mi cabeza.

Hoy, último día de las vacaciones, me dirijo hacia la taberna. No podré trabajar, puesto que mañana ya debo madrugar, y puestos a empezar el curso mejor hacerlo despierta. Sólo me pasaré para asegurarme de que todo va bien, tal y como le prometí a la abuela, además creo que ya va siendo hora de que le haga una visita a Julio, después de todo está a mi cargo.


Me recojo el pelo en una coleta como último intento de mantenerlo a raya, cojo la chaqueta, (con el viento que hace, un paraguas tan sólo me serviría para salir volando) y salgo a toda prisa de mi casa. Al parecer soy la única que se preocupa por dormir las horas suficientes, el jaleo de la taberna empieza a oírse desde dos calles antes y por lo que alcanzo a entender no se están despidiendo para irse a dormir. Entro,no sin dificultad, deslizándome entre dos hombres muy corpulentos que parecen haberse acomodado sobre la puerta. Alguien, no consigo distinguirle la cara, aunque estoy bastante segura de que se trata del director de mi colegio, se ha subido a la barra y está bailando al son de una canción, en mi opinión bastante desafinada e incoherente, que está, más que cantando, gritando todos los presentes. Avanzo a trompicones entre el público, finalmente llego hasta la barra dónde me encuentro con un Mateo un tanto estresado, pero que a pesar de que parece no dar a basto, sonríe divertido ante el espectáculo. Allí no me necesitan, así que subo las escaleras que llevan a la vivienda, con todo el jaleo dudo mucho que Julio me oiga llamar a la puerta, por suerte la abuela me dejó sus llaves.El cuarto de invitados está al final del pasillo, y allí es a donde me dirijo. La puerta está abierta y Julio está tumbado en la cama con los auriculares puestos y los ojos cerrados, así que ni se entera cuando entro. El cuarto está igual que siempre: un escritorio tan antiguo como la abuela-lo cual no es poco- al lado de la ventana, un pequeño armario de madera junto a la mesa y por último una cama pegada a la pared contraria, la abuela no se había preocupado de decorar,más el cuarto y al parecer Julio tampoco, lo único que delataba su presencia allí era el tocho de libro que tal y como yo ya suponía están esperando pacientemente al día de mañana.

-¿Vas a pasar, o piensas quedarte en la puerta?-Julio sigue con los ojos cerrados; sin embargo parece aberse dado cuenta de mi entrada en la casa.

-Eh... Sólo quería ver si necesitabas algo, hace días que no te veo.

Él se quita los auriculares y se sienta sobre la cama con las piernas cruzadas. Mi mira divertido por un chiste que al parecer sólo él entiende.

-Supongo que estás bien...-me giro un poco avergonzada por haber venido.

-Me alegra verte. ¿Quieres quedarte un rato? Empiezo a pensar que si no hablo con alguien pronto se me va a olvidar como se hace.

-Pues abajo hay bastante gente...

-Ellos no hablan, gritan-me sonríe enseñando esa fila de dientes perfectos. Nos quedamos en silencio esperando a que alguno diga algo. Él se levanta y se asoma a la ventana. Desde allí se ve el bosque que rodea al pueblo, de noche, parece casi mágico.

-¿Lista para las clases?

-Nunca se está preparado para las cosas malas.

-No te quejes, muchos querrían estar en tu lugar.

-Visto así... Pero eso no quita que sea aburrido.

-Con algo hay que consolarse.

-Supongo. ¿Qué estabas escuchando cuando he llegado?

-Una cación sobre una chica parecida a tí.

-¿A sí? ¿Y cómo es ella?

-Es alguien que se esfuerza más por los demás que por ella misma y que al hacerlo va perdiendo parte de su personalidad. Pasan los años y ella se hace vieja, un día se mira al espejo y no se ve a ella, sino a todas las oportunidades de ser felíz que dejó pasar sólo por no querer dejar de pensar que los demás dependen de ella. El final es un poco triste.

-¿Y esa te recuerda a mí? Pues que opinión más contundente tienes sobre mí sin apenas conocerme.

-Calo muy bien a la gente.

-Pues conmigo te has equivocado de lleno.

-¿Estás segura?

Permanezco en silencio, enfadada tanto con sus palabras como conmigo misma por planteármelas. Yo no soy así, yo...

-¿Es una canción bonita?

No me mira a la cara cuando contesta, sigue con la mirada perdida en el bosque.

-Demasiado.


Continuará...

domingo, 23 de septiembre de 2007

*Fallo mío*

Ups!! Se me olvidó ponerlo. Bueno, con un poco de retraso:

Continuará...

jueves, 13 de septiembre de 2007

De paseo por la "gran" Lópezville

Estoy gratamente sorprendida conmigo misma. ¡Incluso con clase he conseguido continuar la historia! Espero que alguien la lea... porfa. =(


De repente recuerdo que no me acordé de peinarme antes de salir de casa. Me paso nerviosamente los dedos por el pelo, intentando que quede algo más decente de lo que seguramente está (es decir, bien poco). Es entonces, cuando la abuela me mira como si pensase que me he vuelto loca, y no tengo otro remedio que parar antes de que decida meterme en una camisa de fuerza. Me miro los zapatos, intentando disimular que me estoy poniendo roja por momentos.

-Bueno, Silvia. Te dejo con Julio, que yo tengo muchas cosas que preparar y no puedo estar perdiendo el tiempo.

Un segundo después, la abuela desaparece dejándome sola con el "niño". Un silencio incómodo se propaga a mi alrededor durante unos segundos.

-Entonces... ¿Te apetece ver el pueblo?

-Claro.

Paseamos en silencio durante más de diez minutos, sin embargo, fue en el instante en el que me pareció ver boztezar a la piedras del camino, cuando decidí que era el momento de hablar.

-Así que vas a quedarte un tiempo en la taberna de la abuela.

-Sí, ¿no os había comentado nada Georgina?

¿"Georgina"? A veces olvido que la abuela tiene un nombre. Ella siempre lo ha odiado, así que nadie se atreve a contradecirla, sin embargo dicho por Julio, parece un nombre precioso. Pero según lo que me acaba de decir, la llegada de Julio estaba programada. Típico de la abuela olvidarse de comentármelo, y yo con estos pelos...

-No, no nos había dicho nada, por lo menos que yo sepa-me observa divertido por mi cara ofendida-¿Cuánto tiempo piensas quedarte?-espero que no se halla notado demasiado el interés (desmensurado), en la pregunta.

-No estoy muy seguro, pero por ahora puedo asegurarte que tendrás que soportarme un tiempo-de nuevo sonríe enseñando esos perfectos dientes blanquísimos- Siento que tu abuela te halla obligado a ocuparte de mí.

-No importa, aquí no hay mucho que hacer de todas formas-«En serio, no me importa ni lo más mínimo»

Seguimos andando pasando por casi todo el pueblo, lo cual no es mucho la verdad. Finalmente, el edificio que todo adolescente medio intenta evitar aparece ante nosotros.

-Eso es...-no termina la frase con el rostro contraído en una mueca de dolor.

-Sí, es el colegio.

-Vaya, al parecer es algo de lo que no puedo escapar, ni siquiera aquí-me mira espectante por si me enfado por el comentario sobre Lópezville, sin embargo yo ni me inmuto, seamos realistas, el pueblo es enano y todos lo sabemos.

-Supongo que tendré que matricularme... ¿Hay más personas estudiando aquí aparte de ti?

Éste sería un buen momento para decir algo así como "pues sí, qué te cres" o un simple "por supuesto" cortante, sin embargo debo admitir que doce chicos en total en todo el colegio no es algo de lo que se pueda presumir.

-En nuestro curso hay tres más.

Hace un gesto extraño con la cara, como si intentase parecer serio a la vez que aguantarse la risa.Cuando consigue controlarse, sonríe con picardía mirando el colegio.

-Supongo que me será un poco difícil faltar a clase sin que se den cuenta.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Responsabilidades

Bueno aquí os dejo la continuación, espero que la leáis despacio, porque la inspiración se me ha agotado por un tiempo, así que Sandra... ¡No me estreses! :P




Me despierto con el sonido de alguien tocando a la puerta, oigo los pasos de mi padre corriendo hacia la entrada y la voz de alguien que no consigo identificar, aún estoy medio dormida, y mis sentidos están un poco torpes todavía. Me levanto lentamente, despidiéndome sin ganas del calorcito que desprende mi cama y saludando al frío que parece haberse instalado en el pueblo. Me doy una ducha rápida que no termina de despertarme, y voy a la cocina suplicando por un buen desayuno. Papá ya está allí preparándome la sorpresa. En cuanto entro por la puerta me estruja entre sus brazos hasta dejarme sin respiración, todos los años hace lo mismo, y sin embargo nunca soy capaz de evitarlo.
-Feliz cumpleaños cariño, es increíble que ya tengas cartorce años.

En realidad cumplo quince, pero no hay por qué amargarle el momento.

-No es gran cosa, pero espero que te guste- a puesto la tarta en la mesa y me mira esperando a que reaccione- Es de chocolate, como a ti te gusta.

Finjo abrir los ojos sorprendida y abrazo corriendo a mi padre, vale la pena actuar un poco por ver su cara de alegría.
-Vaya Papá debe de haberte costado un montón hacerla, muchas gracias.
-No ha sido nada, te lo mereces.
Desayunamos tarta de chocolate y charlamos de cualquier tontería, como de lo marrones que se están poniendo las hojas de los árboles o de lo poco que falta para que comience de nuevo el colegio. Finalmente ambos acabamos llenos, así que lavamos los platos y guardo los restos de la tarta, que seguramente atacaré esta noche.

-Por cierto Silvia, la abuela se pasó antes por aquí, cuando estabas dormida- "la abuela" en realidad no es mi abuela, si no la de mi padre, pero como todo el mundo la llama así, mi abuela a tenido que conformarse con que la llame Inés- Ya sabes que le hemos estado aconsejando que se tome unas vacaciones, Dios sabe que ella ya no está para estos trotes, así que me ha pedido que te pregunte si puedes ocuparte tú de la taberna.

Sé perfectamente que la petición es mera formalidad, y que no me queda otra opción que aceptar. Me gusta estar en la taberna, y en realidad llevo todo el verano trabajando allí, pero la idea de quedarme yo como responsable de todo me asusta.

-Mateo te ayudará, en realidad no tendrás que hacer mucho más de lo que ya haces, simplemente, pasarte por allí de vez en cuando para ver como marcha todo. Sabes que lo haría yo, pero por alguna razón la abuela se fía más de ti.

Yo sí sé por qué, Papá suele olvidarse de las cosas y es muy poco cuidadoso. No creo que se le diese muy bien trabajar en la taberna, y además, la abuela no se lo permitiría, aún no lo ha perdonado por haber construido un bar a sabiendas de que eso lo convertiría en la competencia. Papá es cocinero, y bastante bueno, todo sea dicho de paso (aunque las tartas no son su especialidad, precisamente) pero cuando la abuela le propuso que trabajase en la taberna dejó muy claro que sería ella la que mandase,así que Papá se largó, y montó su propio negocio. Al principio el hecho de que yo quisiese trabajar creó un poco de tensión, todo el mundo parecía estar pendiente de mi decisión, yo misma acabé agobiada por el hecho de que quizás si trabajaba con Papá la abuela se enfadase también conmigo, sin embargo mi padre me dijo que lo mejor sería que fuese a la taberna, que él ya sabía que yo lo quería, pero que su abuela era algo más subceptible. Así que ahora soy la niña de la abuela, y lo peor que te puede pasar es que la abuela se preocupe por ti, está convencida de que las chicas de ahora son muy poco trabajadoras, así que me ha tenido todo el verano corriendo de un lado y haciéndome trabajar como una mula, para como dice ella "dar ejemplo".

-Claro, me ocuparé un tiempo de la taberna, pero cuando empiece el colegio no podré seguir trabajando, y sólo podré pasarme un rato por allí.

-Claro que sí, nadie te pide más- ya verás como la abuela sí lo hace- Ahora corre le dije que irías a la taberna a contestarle.

Salgo de casa bien abrigada, el tiempo no parece tener intención de cambiar, así que me veo obligada a ser yo quien cambie. Me impongo un chaquetón y voy directa a la taberna. Por la mañana está bastante vacía, y no me cuesta ver a la abuela tras la barra sacándole brillo a un vaso ya reluciente. Se gira hacia mi en cuanto me ve entrar, parece estar esperando la respuesta desde hace rato, desde luego no me sorprende, es la persona con menos paciencia que conozco.

-Hola abuela, Papá me dijo que habías pasado por casa. Ya me lo ha contado todo , y me ha mandado a decirte que por supuesto que cuidaré de la taberna.

-¿Te ha mandado a decírmelo o lo has decidido tú?- frunce el ceño con suspicacia, parece sospechar de que mi padre me ha obligado a ocuparme de la taberna, (en su mente) por alguna mala razón.

-Lo he decidido yo, abuela, me encanta trabajar aquí- aunque sea perjudicial para la salud.

-Bien, en ese caso me voy más tranquila- sonríe complacida, le he dicho lo que ella quería oír- Por cierto deberías conocer a alguien, acaba de llegar al pueblo, y en teoría yo tendría que ser la que se ocupase de él, pero como al parecer todo el mundo se ha empeñado en que me tome unas vacaciones, tendrás que cuidarlo tú.

«Genial, encima de explotarme en la taberna, voy a tener que hacer de niñera»

La abuela se acerca a las escaleras que llevan al segundo piso donde está su casa, y asomándose hacia arriba llama al que al parecer va a ser mi responsabilidad por un tiempo.

-¡Julio, baja. Tienes que conocer a alguien!

Bajo la mirada hacia el suelo abatida, puedo imaginarme perfectamente como van a ser las próxima semanas: agotadoras, agobiantes y muy, muy aburridas. Oigo unos pasos bajar por la escalera, el fin de la poca tranquilidad que tengo se está acercando.

-Mira Silvia, este es Julio, tendrás que cuidar de él mientras yo no esté.

Levanto la mirada del suelo esperando ver al niño que tengo que cuidar (y que con la suerte que tengo seguramente será un malcriado), sin embargo el chico que tengo delante, no es precisamente un niño. Debe de tener más o menos mi edad, debe de medir un metro ochenta, lo cual a mi lado lo hace parecer un gigante, está muy moreno y unos grandes ojos negros iluminan su cara dándole un toque travieso.
-Hola Silvia, me alegro de conocerte, tu abuela me ha hablado mucho de ti, pero supongo que ya nos iremos conociendo, tengo entendido que estoy a tu cargo- me sonríe y yo no puedo hacer otra cosa que seguir mirándolo como una tonta.

Continuará...

jueves, 6 de septiembre de 2007

Cambios

Hola!! Bueno esto es lo primero que publico en el blog, así que si no os gusta no seáis muy duros conmigo. Ana, Sandra y compañía espero que leáis esto, ya que si estoy aquí es por vosotras, (liantes, que sois unas liantes)



Es tarde, y aunque el día ha transcurrido bastante cálido, la noche se precipita sobre el pueblo amenazando con tormenta. El viento ya azota a los pocos transeúntes que aún pasean por las calles de Lópezville, los cuales corren a refugiarse donde pueden. Salgo a toda prisa de la pequeña (y única) taberna del pueblo, agarrándome como puedo a la delgada rebeca que llevo como abrigo. Mi casa, por suerte no está demasiado lejos, y antes de estar completamente congelada consigo entrar en la pequeña y acogedora casita que comparto con mi padre. Jamás he visto a mi madre, Papá nunca habla de ella y hace tiempo que decidí que no me importaba no saber que había sido de ella, por lo menos por ahora.
Entro en silencio por la puerta intentando hacer el menor ruido posible, seguramente Papá esté durmiendo en el salón como todas las noches, y hoy estoy demasiado cansada como para intentar convencerle de que debe irse a la cama. Voy directa a mi cuarto sin parar siquiera un segundo en la cocina, se que luego me arrepentiré de no haber cogido nada, pero me temo que si me detengo un sólo momento caeré desplomada en el suelo de agotamiento. Al llegar a mi habitación me tiro sobre la cama sin siquiera quitarme la ropa y me acurruco sobre la colcha intentando taparme con una manta sin tener que moverme demasiado. En cuanto empiezo a entrar en calor, me doy cuenta de que no estoy tan cansada como me parecía, así que decido que una pequeña visita a la despensa tampoco hace daño a nadie. No encuentro nada que me apetezca en especial, así que ataco a la nevera. En la estantería más alta, (esa en la que mi padre esconde todo lo que no quiere que yo me coma pensando que sigo teniendo cinco años y soy incapaz de alcanzar) puedo ver claramente una pequeña tarta de cumpleaños en la cual hay escrita con la pobre caligrafía que ha podido conseguir hacer mi padre con caramelo, lo que debe significar "Feliz cumpleaños, Silvia".


<<Desde luego lo del factor sorpresa no es lo tuyo Papá>>


Sonrío a mi pesar imaginándome a mi padre haciendo una tarta. Finalmente cojo unas galletas de la despensa y corro hacia mi habitación por si mi padre se despierta, no quiero arrebatarle el placer de pensar que me va a sorprender con una tarta, mañana tendré que fingir que no me lo esperaba, tal y como hago todos los años. Me acuesto de nuevo en la cama tras haber engullido las galletas e intento dormirme. Sin embargo cuando tengo los ojos casi cerrados, veo una sombra cruzar a toda velocidad mi ventana, en lo primero que pienso es otro gato vagabundo que ha decidido emplear su tiempo en incordiarme, pero poco después oigo un ruido sordo, como si alguien se hubiese tropezado bajo mi ventana, al momento lo sigue un pequeño grito ahogado procedente seguramente del que se ha caído, el cual decididamente no es un gato. Me levanto de la cama refunfuñando, y maldiciendo por lo bajo al que está al otro lado de la ventana. La abro completamente sin acordarme del mal tiempo que hace fuera, y una gran ráfaga de viento me golpea en la cara, por unos segundos soy incapaz de mantener el equilibrio y estoy a punto de caerme al suelo, en el último momento me agarro a la ventana y utilizando más fuerza incluso de la que tengo, consigo cerrarla. Aún siento un hormigueo en la cara a causa del viento, y me cuesta abrir los ojos. El problema es que quien quiera que estuviese debajo de la ventana ya se ha ido y no he conseguido verlo. Vuelvo a la cama de mal humor y me duermo confusa, siento en mi interior que las cosas van a cambiar, y me asusta pensar que quizás no sea para bien.


Continuará...