domingo, 21 de octubre de 2007

Una canción como tú

Bueno, por fín, después de... mucho tiempo he conseguido continuar la historia de mi querida Lópezville. Disfrutadlo, porque a este paso el próximo puede que sea después de Navidades. Besos :)



El verano se acaba, y tal y como era de esperar los días se me pasan cada vez más deprisa, parece ser que la cuenta atrás ha empezado y esa pequeña cárcel con libros de texto y profesores se abalanza sobre mí a una velocidad vertiginosa. A principios de semana tuve que ir a la librería del pueblo, la cual pertenece al Señor Pérez-un anciano sin familia que se dedica a coquetear con la abuela desde que eran adolescentes, jamás ha sido correspondido-Estuve cerca de una hora esperando a que consiguiese encontrar todos los libros de mi curso, sin embargo, habría preferido esperar todo el día antes que ver la tonelada de libros que se amontonaban sobre el mostrador. Aunque apenas lo he visto, Julio también parece estar preparándose para el principio de curso, según me dijo mi padre ya está matriculado, y seguramente él también esté pasando por el mal trago de comprar los libros.

Apenas hace una semana que la abuela se ha marchado y ya se nota su ausencia. No me había dado cuenta de lo complicado que es hacerse cargo de la taberna, incluso con la ayuda de Mateo el trabajo se me hace eterno, todos los habitantes del pueblo parecen estar intentando alargar el verano celebrando algo cada día, ya sea que al vecino se le ha caído un diente o simplemente que al primo del primo de un amigo no le van a suspender el curso anterior. Desde luego no les culpo por intentar divertirse, pero en ocasiones desearía que lo hiciesen en sus casas.

El tiempo no mejora, la humedad cada vez es peor y todos los días llueve. He renunciado a intentar contener a mi pelo, el cual, en cuanto es tocado por el aire, se eriza y retuerce formando una bola alrededor de mi cabeza.

Hoy, último día de las vacaciones, me dirijo hacia la taberna. No podré trabajar, puesto que mañana ya debo madrugar, y puestos a empezar el curso mejor hacerlo despierta. Sólo me pasaré para asegurarme de que todo va bien, tal y como le prometí a la abuela, además creo que ya va siendo hora de que le haga una visita a Julio, después de todo está a mi cargo.


Me recojo el pelo en una coleta como último intento de mantenerlo a raya, cojo la chaqueta, (con el viento que hace, un paraguas tan sólo me serviría para salir volando) y salgo a toda prisa de mi casa. Al parecer soy la única que se preocupa por dormir las horas suficientes, el jaleo de la taberna empieza a oírse desde dos calles antes y por lo que alcanzo a entender no se están despidiendo para irse a dormir. Entro,no sin dificultad, deslizándome entre dos hombres muy corpulentos que parecen haberse acomodado sobre la puerta. Alguien, no consigo distinguirle la cara, aunque estoy bastante segura de que se trata del director de mi colegio, se ha subido a la barra y está bailando al son de una canción, en mi opinión bastante desafinada e incoherente, que está, más que cantando, gritando todos los presentes. Avanzo a trompicones entre el público, finalmente llego hasta la barra dónde me encuentro con un Mateo un tanto estresado, pero que a pesar de que parece no dar a basto, sonríe divertido ante el espectáculo. Allí no me necesitan, así que subo las escaleras que llevan a la vivienda, con todo el jaleo dudo mucho que Julio me oiga llamar a la puerta, por suerte la abuela me dejó sus llaves.El cuarto de invitados está al final del pasillo, y allí es a donde me dirijo. La puerta está abierta y Julio está tumbado en la cama con los auriculares puestos y los ojos cerrados, así que ni se entera cuando entro. El cuarto está igual que siempre: un escritorio tan antiguo como la abuela-lo cual no es poco- al lado de la ventana, un pequeño armario de madera junto a la mesa y por último una cama pegada a la pared contraria, la abuela no se había preocupado de decorar,más el cuarto y al parecer Julio tampoco, lo único que delataba su presencia allí era el tocho de libro que tal y como yo ya suponía están esperando pacientemente al día de mañana.

-¿Vas a pasar, o piensas quedarte en la puerta?-Julio sigue con los ojos cerrados; sin embargo parece aberse dado cuenta de mi entrada en la casa.

-Eh... Sólo quería ver si necesitabas algo, hace días que no te veo.

Él se quita los auriculares y se sienta sobre la cama con las piernas cruzadas. Mi mira divertido por un chiste que al parecer sólo él entiende.

-Supongo que estás bien...-me giro un poco avergonzada por haber venido.

-Me alegra verte. ¿Quieres quedarte un rato? Empiezo a pensar que si no hablo con alguien pronto se me va a olvidar como se hace.

-Pues abajo hay bastante gente...

-Ellos no hablan, gritan-me sonríe enseñando esa fila de dientes perfectos. Nos quedamos en silencio esperando a que alguno diga algo. Él se levanta y se asoma a la ventana. Desde allí se ve el bosque que rodea al pueblo, de noche, parece casi mágico.

-¿Lista para las clases?

-Nunca se está preparado para las cosas malas.

-No te quejes, muchos querrían estar en tu lugar.

-Visto así... Pero eso no quita que sea aburrido.

-Con algo hay que consolarse.

-Supongo. ¿Qué estabas escuchando cuando he llegado?

-Una cación sobre una chica parecida a tí.

-¿A sí? ¿Y cómo es ella?

-Es alguien que se esfuerza más por los demás que por ella misma y que al hacerlo va perdiendo parte de su personalidad. Pasan los años y ella se hace vieja, un día se mira al espejo y no se ve a ella, sino a todas las oportunidades de ser felíz que dejó pasar sólo por no querer dejar de pensar que los demás dependen de ella. El final es un poco triste.

-¿Y esa te recuerda a mí? Pues que opinión más contundente tienes sobre mí sin apenas conocerme.

-Calo muy bien a la gente.

-Pues conmigo te has equivocado de lleno.

-¿Estás segura?

Permanezco en silencio, enfadada tanto con sus palabras como conmigo misma por planteármelas. Yo no soy así, yo...

-¿Es una canción bonita?

No me mira a la cara cuando contesta, sigue con la mirada perdida en el bosque.

-Demasiado.


Continuará...